Aprender a gobernar…
Federico Malavassi | Jueves 15 octubre, 2015

El problema es la creación de ídolos y la búsqueda de liderazgos innecesarios, en lugar de buscar la buena gente que lo haga bien
Aprender a gobernar…
Decir la verdad, pensar antes de hablar, escoger buenos colaboradores, saber determinar qué es importante y qué no, qué es urgente y qué no y entender el papel del Estado y el respeto a la libertad… ¿es tan difícil?
Algunos son casi mitómanos, describen sistemas inexistentes y engañan a muchos seduciéndoles con el clientelismo y promesas de igualdad.
Otros son viciosos de los impuestos, solo piensan en gastar más y en falsos argumentos para cargar a la sociedad de más tributos.
Muchos adolecen de suficiente carácter. En su falta de firmeza son incapaces de enfrentar siquiera a sus propios colaboradores. Obviamente, son incapaces de armar un equipo y de poner a trabajar a la gente en un mismo plano. Tienen miedo de perder las simpatías y creen que el gobierno es un reinado de belleza y amistad. ¡Así no se puede!
Una gran cantidad aspira al gobierno para hacer favores. ¡Cuán certero don Ricardo Jiménez al decir que, una vez construido el edificio, había que botar los andamios!
Hemos visto de todo. Los que hace unos meses estaban en la llanura, han subido a hacerlo casi todo mal: nombrar a los amigotes, llevar mal la presidencia legislativa y el directorio de la Asamblea (nombramientos, limitaciones al derecho a la información, declarar aprobaciones inexistentes), aumentar irresponsablemente el gasto estatal, esconder la verdad y presionar a la prensa. ¡Qué tristeza!
Gobernar es una tarea dura, no un espectáculo. Requiere pensamiento y orden, disciplina y carácter, entender que los recursos son escasos y, por ello, se requiere decisión y discernimiento. Es indispensable percatarse de que no se puede quedar bien con todos.
Es necesario quemarse las pestañas ante miles de documentos y lecturas inevadibles. Rodearse de gente inteligente es fundamental, rodearse de gente honrada es todavía más importante. La honradez no trata únicamente de no robarse una peseta, se trata de no robarse el sueldo, de tener honestidad intelectual y de entender y respetar las normas fundamentales de una sociedad.
Hay asesores expertos en quebrar y evadir las reglas. Un gobierno no puede pasárselas en tan irrespetuoso oficio y abrir mil frentes y controversias. Menos si tiene tareas más urgentes e importantes por hacer.
Todo el tiempo hay que entender los planos y la trascendencia de lo que se hace y de lo que no se hace. No se peca solo por acción, también por omisión. Quizás sea ilustrativa la doctrina de San Agustín respecto a que hay que escoger los mejores bienes (los bienes mayores). En el gobernante el ejemplo es indispensable. Se debe dar ejemplo en lo que se hace. Ello vale mucho en todos los aspectos. Desde aprender a insubordinarse cuando corresponde hasta llevar una vida intachable y que sirva de ejemplo para los demás.
No creo que en Costa Rica sea tan difícil encontrar buena gente que lo pueda hacer bien. El problema es la creación de ídolos y las búsqueda de liderazgos innecesarios, en lugar de buscar la buena gente que lo haga bien.
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