El fuerte contra el débil
Luis Alberto Muñoz [email protected] | Viernes 29 agosto, 2008

Luis Alberto Muñoz
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Por un lado hay quienes creen que la sociedad competitiva debe hacer una exaltación de aquel individuo más rápido, más inteligente, más enérgico, más sagaz, más capaz.
El argumento evolutivo sostiene que de esta manera la especie se garantiza que los estratos sociales “mejor preparados” mantengan el dominio de la humanidad.
El comercio, la economía, los negocios, se rigen por la ley de la selva, la cual se encarga de descartar a los débiles y promover que los fuertes mantengan la hegemonía.
El mercado por sí mismo debe dictar la suerte de los demás, ya que en su mecanismo de funcionamiento más profundo filtra las impurezas exhortando el surgimiento de “lo mejor”.
Las fuerzas de la oferta y la demanda son capaces de regularse y buscar por ende el equilibrio en la libre competencia, por lo que la intervención del Estado o cualquier otra son innecesarias, salvo pequeñas excepciones.
La pobreza es simplemente resultado de la incapacidad y falta de talento para ascender en el proceso de selección natural del mercado.
Por otra lado hay quienes piensan que la defensa del débil es fundamental para la evolución de la sociedad, y por ello creen en la protección del niño, la madre, el anciano, el pobre, la vida y todo aquel concepto que se encuentre bajo algún nivel de vulnerabilidad.
El Estado debe cumplir en regular e intervenir para que la mayoría de los individuos tengan las mismas posibilidades para desarrollarse e incentivar a aquellos que por alguna u otra razón se hayan quedado rezagados.
El argumento evolutivo sostiene que las sociedades que defienden al débil demuestran, como colectividad y no como individuos, un mayor perfeccionamiento.
La inclusión del frágil complementa el talento del fuerte, únicamente si y solo si son capaces de trabajar en equipo, por lo cual las leyes del mercado por sí mismas no son adecuadas para incentivar esta dinámica.
En este contexto se sacrifica el sentido de competencia para dar paso a un concepto de colaboración. El comercio, la economía y los negocios deben promover antes beneficios colectivos y luego individuales para justificar su existencia.
La pobreza es simplemente el resultado de la mala distribución de las oportunidades.
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