En medio de guerras, violencia y cambio tecnológico el Papa clama por justicia y paz
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 15 enero, 2024
El 1º de enero de 1968 el Papa San Paulo VI estableció el Día de la Paz para que cada año “se repitiese como presagio y como promesa”. No como una visión exclusiva católica, sino que “querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz como si fuese iniciativa suya propia”.
Nos indicó la necesidad de “defender la paz frente a los peligros que siempre la amenazan: el peligro de la supervivencia de los egoísmos en las relaciones entre naciones; el peligro de las violencias a que algunos pueblos pueden dejarse arrastrar…; el peligro …del recurso a los terribles armamentos…; el peligro de creer que controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón…”
Desde entonces se viene celebrando esta Jornada de la Paz que este año encuentra al mundo envuelto en muy serias y crueles guerras que afectan gravemente a las poblaciones civiles y que tienen enorme riesgo de expandirse (la tercera guerra mundial a pedazos dice el Papa Francisco) y en una oprobiosa ola de violencia, mucho mayores a las que se daban durante la primera Jornada de la Paz, que tornan aún más necesario promover la paz.
Además, los adelantos tecnológicos, incluida la Inteligencia Artificial IA, hacen las confrontaciones potencialmente mucho más dañinas.
Por ello el Papa Francisco dedicó la quincuagésima séptima participación del Papa en el Día de la Paz a la IA. Lo hace considerando que el progreso y la ciencia son camino para la paz. Pero son a la vez riesgo para las consecuencias de las guerras.
El Papa Francisco recuerda las enseñanzas del Concilio Vaticano II y resalta el don de la inteligencia y el poder creativo que Dios nos ha infundido para que respondamos a Su amor con libertad y conocimiento para perfeccionar nuestras vidas. Y reflexiona sobre el impacto que tendrán en nuestras vidas las nuevas tecnologías digitales, en especial la IA.
Nos recuerda que los desarrollos científicos y tecnológicos “están sujetos a las influencias culturales” muy en línea con la tesis de Daron Acemoglu y Simon Johnson en su obra publicada el año recién pasado “Power and Progress” de que el cambio tecnológico afecta positivamente al bienestar de las personas solo si las condiciones sociales y de poder en que se da son favorables a ese resultado. De lo que se deduce la necesidad de examinar las “cuestiones éticas emergentes y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de IA o reciben su influencia”. La dignidad y la fraternidad deben ser el soporte fundamental que resuelva esas cuestiones éticas referidas a la IA.
La IA sin un marco ético para su desarrollo puede ser utilizada contra la dignidad y la libertad de las personas, y para fomentar conflictos y obstaculizar la paz.
Se requieren normas e instituciones para evitar el uso de la IA con el objetivo de manipular la voluntad de las personas e incluso los denominados “sistemas de armas autónomos letales” son motivo de gran preocupación ética, pues deshumanizan aún más la capacidad humana de destrucción, separando a los operadores de la muerte de los campos de batalla.
Esto obliga, nos indica el papa Francisco, a considerar los elementos éticos en todas las fases del desarrollo y la utilización de la IA.
En su mensaje anual al Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano el Papa Francisco retoma el tema de la paz, ahora centrado en las condiciones agobiantes de hoy día por las confrontaciones en los diferentes continentes y su inhumano ataque de muerte y heridas a población civil, incluidas miles de mujeres y niños. Desfilan por su mensaje los horrores contra Israel y los que sufre la población palestina en Gaza; el dolor causado por la invasión rusa a Ucrania; las miserias que sufren los habitantes del Líbano; la situación de los rohinyás y en Myanmar; el conflicto en el Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán; los dolores en el continente africano, en especial en Etiopía, en a lo largo del Cuerno de África, en Sudán, Camerún, Mozambique, República Democrática del Congo y Sudan del Sur.
De manera especial señala el Papa al Cuerpo Diplomático el enorme daño que causan guerras como las de Ucrania y Gaza a personas que no son combatientes, que no son “daños colaterales” sino “son hombres y mujeres con nombres y apellidos que pierden la vida. Son niños que quedan huérfanos y privados de un futuro. Son personas que sufren el hambre, la sed y o que quedan mutiladas”.
Respecto a América nos recuerda que no hay guerras abiertas, y, comentó yo, no ha habido guerras mayores durante los siglos XX y XXI. Pero el Papa nos recuerda la situación de Nicaragua, los dolores y enormes costos de los emigrantes que atraviesan las selvas del Darién, la conflictividad entre Venezuela y Guayana
El Papa Francisco clama al Cuerpo Diplomático indicando que “El camino hacia la paz exige el respeto por la vida, de toda vida humana…”
Ningún mensaje puede ser omnicomprensivo, la realidad es mucho mayor a nuestra capacidad de conocerla y analizarla y el tiempo nos limita siempre.
Pero en mi opinión y especialmente respecto a América Latina, en este recuento de tragedias por falta de paz hizo falta el tema del crimen organizado, del narcotráfico y la delincuencia internacional que hacen de nuestro continente la región más violenta del mundo.
Los datos sobre asesinatos por 100.000 habitantes del Banco Mundial que llegan hasta 2020 nos indican que en Latinoamérica y El Caribe son 20; seguidos por África Subsahariana con 14; EEUU con 6; Oriente Medio y Norte de África con 4; Europa y Asia Central, así como Asia Meridional con 3; y Asia Oriental y Pacifico lo mismo que la Unión Europea con 1.
La diferencia es dramática. América Latina sin guerras declaradas entre países es parte de la terrible guerra mundial a pedazos que sacude al mundo.
Seamos todos constructores de paz. Lo podemos todos ser si nos esforzamos por amar a todas las personas, dominamos el egoísmo y la soberbia, y nos empeñamos en el perdón.
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