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Hondureños no confían en nada

Carlos Denton [email protected] | Miércoles 10 marzo, 2010



Hondureños no confían en nada


Los hondureños no confían en las instituciones de su país; si fuera solo en las políticas en las que no tuvieran fe, menos mal. Pero repudian todas. La Iglesia católica y las fuerzas armadas, que por muchos años constituían bastiones de credibilidad para los pobladores, ya tampoco merecen su confianza. La verdad es que ninguna institución salió bien parada de la crisis que ha vivido Honduras; desde los medios de comunicación hasta las iglesias evangélicas, y desde los empresarios hasta la Corte Suprema, todos quedaron reprobados. Estos son algunos de los resultados de la encuesta de opinión pública que CID/Gallup divulgó ayer.
Cuando ocurre una situación como la que vive Honduras en la actualidad, históricamente se producen tres posibles salidas. La primera, y esto es si hay un deterioro más pronunciado tipo Somalia, es que un ente internacional tome posesión de la nación (ver los mandatos de la Liga de Naciones en Oriente Medio después de la Primera Guerra Mundial) y trate de restaurar el orden y recobrar la confianza de los pobladores. La segunda es que estalle una revolución y después de mucha muerte y destrucción se restaure el orden, cuando el ganador se impone (ver la Guerra de 1948 en Costa Rica como un ejemplo relativamente benigno de este tipo de solución). La tercera es cuando surge un líder que tiene suficiente apoyo y capacidad para restaurar la confianza.
En la actualidad, Porfirio “Pepe” Lobo es visto casi unánimemente como el presidente legítimo, y su llegada al poder ha producido altas expectativas entre los habitantes de todos los colores políticos, de que él podrá resolver los principales problemas. Los desafíos de la inseguridad (la Policía Nacional Civil es una de las instituciones en que menos confianza tienen los pobladores), el desempleo (no está llegando la inversión internacional), la corrupción (la fiscalía no es vista como una institución merecedora de la credibilidad de nadie) y el alto costo de la vida (problema de todos los países) azotan Honduras, y los ciudadanos manifiestan esperanza de que su nuevo presidente los resuelva.
Lobo es un hombre poco carismático, tranquilo, conciliador y, afortunadamente, no es populista. En los 40 días que ha gobernado ha comenzado a lograr convencer a la comunidad internacional de que debería darle una oportunidad. Pero ¿por cuánto tiempo podrá retener la confianza de sus conciudadanos? La esperanza estriba en que la gran mayoría de los líderes, incluyendo los de los gremios, de los partidos políticos opuestos, y de las instituciones diversas, le conceden a Lobo una luna de miel más extensa de lo normal.
Hay una esperanza y es que en 100 días (cuando termina la luna de miel) comienza la Copa Mundial y Honduras está representando a Centroamérica en ese torneo. Por unos días, el equipo de Reynaldo Rueda, incluyendo a David Suazo y Carlos Pavón, tendrá la atención de todos los catrachos. Puede ser que una cuarta solución a una crisis nacional provocada por la falta de confianza sea el fútbol; si Honduras logra pasar por lo menos a la segunda ronda, los pobladores se sentirán alentados, y la flor de la esperanza podría extenderse a otras instituciones. En ese caso tendrán los hondureños al fin una institución aparte de su Presidente en la cual poner su confianza: su Selección Nacional.

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