No hay esperanza
Federico Malavassi | Jueves 21 abril, 2016
El mecanismo de concesión de obra pública no ha sido adecuadamente aprovechado, el mecanismo normal no parece avanzar, los vehículos siguen entrando y la situación cada vez es peor
No hay esperanza
¿Está usted cansado de la presas? ¿Sufre mucho con el desorden vial que impera en nuestro país? ¿Le cuesta cada vez más tiempo ir al trabajo y luego regresar a la casa? ¿Cree que alguien está pensando en solucionar sus problemas y que con un poquito de paciencia todo se arreglará y que pronto aparecerán las obras necesarias? ¡Siga durmiendo de ese lado!
La verdad es que estamos al garete. Fui testigo del ofrecimiento público de la Uccaep al Presidente de la República en relación con este tema, planteando adecuadamente el incordio que significa horas y horas para ir al trabajo y regresar luego a la casa y solicitando participación para arreglar el evidente problema. El Presidente no contestó nada a ello ni a las demás cosas importantes que se le plantearon.
Es inaceptable lo que sucede en las calles de nuestro país. Salvo unos kilómetros inutilizables en la supuesta nueva carretera a Ciudad Quesada (más de diez años de iniciada y todavía no va a ningún lado ni está solucionado el tema fundamental de conexión a la carretera Bernardo Soto), otros pocos kilómetros llegando a Liberia (que están sobre lo que existía) y la carretera 27 (ejecutada de manera discutible, incluyendo la ilegal remoción de la compañía supervisora, lo cual fue determinado así por la jurisdicción contencioso-administrativa) no hay un crecimiento aceptable de carreteras e infraestructura que responda a las necesidades reales.
Las presas o trancas abundan por todo lado, los conductores parecen locos invadiendo todos los barrios y vías paralelas. En algunos cruces ya no hay respeto la señalización sino que la gente invade vías, irrespeta a los que hacen fila y el abuso cunde. Muchos pierden su vida en eternas e irracionales presas que evidencian que no hay respuesta gubernamental adecuada.
Alguien decía que el tema envuelve dos modos distintos: la empresa privada produce y vende vehículos más rápido que lo que el gobierno reacciona con soluciones adecuadas. Pero no se trata únicamente de eso. Algunas oficinas públicas parecen haber llegado a la postración total. También ha habido administraciones inútiles que, tras un aparente superávit, no han evidenciado otra cosa que una inactividad ilegal y un olvido de los fines públicos. Teniendo los fondos no han sabido cómo hacer cosas. Y, por supuesto, es cierto que ha habido administraciones que han tomado los fondos comprometidos para hacer otras cosas. ¡Desvío inmoral y poco técnico!
Dicen que en lo que va del año se han vendido decenas de miles de vehículos nuevos. En cambio, tenemos la misma superficie rodante (o disminuida, por mal mantenimiento). Por ningún lado se ve una respuesta adecuada, no solo en infraestructura sino en planeamiento e ingeniería de tránsito.
Desdichadamente, desde hace rato en lo único que piensan los funcionarios públicos es en la restricción y la prohibición. Más riteves, menos importaciones, más impuestos, restricción a la circulación. Esto es un desastre. El mecanismo de concesión de obra pública no ha sido adecuadamente aprovechado, el mecanismo normal no parece avanzar, los vehículos siguen entrando y la situación cada vez es peor. Algunos tienen dificultad hasta para sacar el vehículo de la cochera.
Cada vehículo nuevo paga muchísimo en diversos tipos de impuestos, cada traspaso paga mucho en derechos, cada litro de gasolina consumido genera impuestos… la administración no avanza en proporción aceptable. Parece que no hay esperanza …
Federico Malavassi
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