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Perdemos libertad…

Federico Malavassi | Jueves 11 febrero, 2016


 La libertad es una sola, si se entrega la de los demás, al final no tendré la propia

Perdemos libertad…

Un pleito de malcriados e insolentes en un estadio (partido Cartago-Heredia) y quien sale lastimada es la libertad. En el activismo de algunos periodistas (o más bien preguntadores) y el empoderamiento de algunas autoridades y la mesa queda servida para estrujar la autonomía de la voluntad.
Las autoridades de seguridad se sacuden el tema y plantean que el “operativo de seguridad” no fue aprobado y que, por lo tanto, el partido no tiene el aval de las autoridades. Y, claro, como no hay partido, entonces los medios que lo transmitían no acatan más que a seguir el rumbo de este planteamiento y la mesa queda servida.
La gallardía del presidente del cartaginés, quien ha admitido la responsabilidad sin subterfugios (contrario a otros que niegan lo evidente) ha permitido que se le escuche en su queja respecto de la “aprobación del operativo de seguridad”. ¡En buena hora, a ver si las cosas se aprecian en su justa proporción!
No corresponde tener un aval de las autoridades de seguridad para celebrar un partido. Desde hace tiempo algunas autoridades se han ido empoderando y, sobre todo a través de alguna legislación de salud, se exige exceso de requisitos para muchas actividades. Eso se llama tramitomanía. ¿Cuándo parar? La indiferencia y la inercia permiten que invada todo hasta convertirse en tramitopatía.
Todas las intenciones son encomiables, pero no debe olvidarse que el camino al infierno está empedrado con ellas.
Debe haber una cuestión de razonabilidad, proporcionalidad, racionalidad y respeto a la libertad en este asunto.
Antes las autoridades de seguridad otorgaban seguridad y apoyo a este tipo de actividades. Ahora pretenden dar aval para su realización, previa revisión de un operativo de la seguridad que no van a otorgar. ¿Es que acaso no pagamos la seguridad todos y la debemos recibir incluso en la propiedad privada cuando se requiere?
Hace rato que la acción pública es insuficiente y las autoridades se empoderan poniendo requisitos y tramitomanía. Y, por supuesto, con la complacencia de los propios ciudadanos. Siempre se ha dicho que cuando hay miedo entonces los más flojos entregan la libertad a cambio de seguridad.
El asunto es que nuestra Constitución tiene una concepción importante en la definición ontológica de la libertad (artículo 28) y el límite normativo debería servir. La autonomía de la voluntad es la regla en el ámbito privado. La tendencia pública es eliminarla, sobre todo para evadir sus obligaciones y tareas.
Lo que duele es que muchos, por un plato de lentejas, estén entregando las libertades y derechos de todos. Después llorarán como Boabdil en la peña del moro. Los medios de comunicación, que han visto en peligro la libertad de expresión y de información, deberían tener mayor sensibilidad por estos temas. El manejo del discurso, la entrevista y el tiempo debería ser más juicioso. La libertad es una sola, si se entrega la de los demás, al final no tendré la propia.

 

Federico Malavassi

 

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