Reflexiones: Pandemia de ideas
Leiner Vargas [email protected] | Martes 23 febrero, 2021
El país no necesita una ley marco de empleo público como la que se discute hoy en la Asamblea Legislativa. Tampoco necesita, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que ponga énfasis en reducir el gasto público, sin mayor sentido del quehacer institucional. Lo que requiere este país es un gobierno competente que abra la economía y permita regresar de manera sostenible a las condiciones de normalidad requeridas por la reactivación económica, urgente y necesaria. No me cansaré de decirlo, el país no está quebrado, ha estado cerrado.
Existen dos grandes malestares en el país, la situación de desempleo estructural que tenemos y que ha dejado sin oportunidades a las personas jóvenes, las mujeres y con mayor fuerza a las zonas de menor desarrollo relativo. Un segundo malestar es la desigualdad social, justificada en un sistema político y un sistema de control del poder, que ha venido cargando el ajuste económico en los sectores populares y en la clase trabajadora, dejando a una clase privilegiada de empresarios y banqueros fuera de las contribuciones del Estado. Estos parásitos de la sociedad se han venido apropiando del excedente y han triplicado sus ingresos, mientras la parte de debajo de la distribución de la riqueza ha perdido participación en la riqueza nacional.
Corregir de forma sustantiva ambos procesos es consustancial a cualquier salida de la crisis. En Estado Unidos, se habla de duplicar el salario mínimo, en otras sociedades europeas y asiáticas, se han establecido fondos de salvamento a pequeñas y medianas empresas. Cada país está lidiando con la salida a una crisis sistémica del sistema capitalista, misma que pone en evidencia la necesidad de darle profundos cambios a forma de acumulación de capital que tenemos. Ya sea mediante acceso a los medios de producción y/o el impulso a formas asociativas o directamente a través del acceso al crédito productivo y de largo plazo, las sociedades se preparan desde ya para el día después de la pandemia.
Sin embargo, el gobierno de turno de Carlos Alvarado se quedó sin ideas y a la deriva. Un gobierno totalmente incompetente y lleno de contradicciones, un gobierno que ha puesto una agenda neoliberal de opresión y deterioro de la clase trabajadora, un gobierno que de una u otra forma no tiene ni hoja ni ruta para salir de la crisis. La presente discusión de la ley de empleo público es la cereza del pastel, se ha convertido en un debate sin ideas, ideológicamente calentado por algunos medios de comunicación de la derecha del país, que quisieran ver clavados en el mástil a los empleados públicos y a los sindicatos, el debate carece de total sentido común hasta la fecha. La realidad es que miramos pasar el VOVID-19 y estamos viendo flotar nuestro barco a la deriva, sin timón y sin timonel. Ya solo falta que alguien se le ocurra prender una mecha y quemar la nave.
De veras que requerimos terapia como sociedad. Hemos ido y venido por dos administraciones del PAC que dan pena ajena, viniendo de la critica y enfado de tantos años de muchos dirigentes de centro izquierda. La verdad es que los dos gobiernos del PAC han sido un rejuntado de actores, sin agenda clara y con un retroceso social mayúsculo en múltiples campos. Hoy tiene la derecha costarricense la papa en la mano, han tomado el poder sin ser actores políticos frontalmente
A tan sólo unos meses de la campaña política del 2022, el país se encuentra de nuevo en la encrucijada. Apostar por las fuerzas políticas de centro derecha que proponen profundizar la agenda económica y política de los últimos treinta años o replantear los escenarios hacía un gobierno que represente a las grandes mayorías sociales, empobrecidas y cada vez más fragmentadas. Muy a pesar de mis deseos, veo más cerca lo primero que lo segundo. Lamentablemente, la cultura política costarricense sigue siendo orientada por el sentir y no por el pensar, sigue siendo más importante el chisme y el escándalo, que la propuesta y la experiencia. Espero equivocarme, pero veo poco margen para avanzar en medio del rio revuelto, pero más adelante, no necesariamente, el rio estará menos turbio. Esos son los tiempos que nos ha tocado vivir y ese el país, dónde a pesar de todo, sigue valiendo la pena vivir y hasta morir.
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