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COLUMNISTAS


Centroamérica: entre lo urgente y lo importante

Leiner Vargas [email protected] | Martes 22 enero, 2019


Reflexiones


La región centroamericana es un conglomerado de naciones que comparten no solo un mismo idioma, sino costumbres, hábitos alimenticios, tradiciones y ecosistemas naturales de gran belleza e interés global. Somos una región que en su conjunto representa la sexta economía de Latinoamérica y cuenta, con una ubicación estratégica para el comercio y la economía global. Es una de las últimas regiones del mundo que cuentan con un bono generacional razonable, que significa que tiene más personas jóvenes como relación al número de personas adultas mayores. Adicionalmente, es una región con riqueza importante en recursos naturales, energéticos y marino costeros. Todo lo anterior, para decir que Centroamérica tiene un amplio potencial para la inversión y para el crecimiento a mediano y largo plazo. Sin embargo, los avatares de corto plazo relacionados con la difícil transición hacia democracias más amplias en lo político y la persistente desigualdad social imponen nudos y desafíos crecientes para el crecimiento económico y para el desarrollo humano sostenible.

Si bien la democratización formal y la transición de la región de sistemas totalitarios o de guerra a sociedades democráticas han sido casi resueltas, valga dejar un paréntesis en el retroceso visto en la situación de Nicaragua en los últimos años, que de una u otra forma da muestra de la incapacidad de los sistemas políticos abiertos y democráticos para vacunar a la sociedad contra el totalitarismo, que sigue como fantasma presente en la región. Está claro que más allá de elecciones libres, los países requieren una construcción institucional sólida y de Estados modernos y competentes, para atender las demandas de la nueva ciudadanía centroamericana. Lo anterior parece convertirse en uno de los grandes desafíos de la región; a saber: consolidar sus instituciones que le permitan crear confianza a mediano y largo plazo para la inversión y atender las demandas ciudadanas de libertad, progreso, equidad y pluralidad.

Es imposible crecer y darle contenido económico a la estrategia de desarrollo si no se revaloriza el principal activo de la región, su gente. La educación es un eslabón débil de la región, aun en los países que muestran signos positivos como Costa Rica, República Dominicana o Panamá. El rezago en la formación y la escasa capacidad para atender las demandas de los jóvenes se mezclan con el cambiante mundo de la quinta revolución industrial. En este estrecho margen de maniobra que brinda la educación pública, solo un tercio de la población en edad de estudiar logra terminar la secundaria y muy pocos llegan a tener carreras profesionales en el espacio de educación superior. Lo anterior amplía las brechas entre las generaciones y sobre todo entre lo urbano y lo rural, desgastando las condiciones endógenas de paz social y generando cada vez más desesperanza y pobreza en la región.

A todo lo anterior, se suman los desafíos para la sostenibilidad de los recursos ecológicos más importantes a saber: el agua, el bosque y su biodiversidad y la riqueza marina. La creciente saturación de los ecosistemas agrava los daños asociados a catástrofes naturales y el cambio climático, lo que pone en peligro los activos naturales que darían sustento a las futuras generaciones. Empero, la urgencia de atender la pobreza y la desigualdad nos lleva a decisiones de corto plazo que ponen en peligro la sostenibilidad ambiental y el ecosistema regional. Es también poco viable proteger los recursos naturales con esquemas institucionales obsoletos y con mecanimos de reacción tardíos e ineficientes. Existe en la región una clara incapacidad para valorar adecuadamente el costo beneficio social de las inversiones y los daños colaterales que en materia ambiental generan.

Finalmente, casi como consecuencia de este rezago institucional y de estos avatares de corto plazo que vivimos, la región no apuesta de manera clara a la integración económica y política. El temor a quedar enfrascado en nuestras diferencias, nos hace postergar lo desafíos estratégicos y sustantivos en donde todos coincidimos. Temores migratorios e inclusive rezagos de anteriores conflictos nos inhiben a ver claro el panorama de la integración. Enfrentar juntos como naciones el crimen organizado, los desafíos de la droga y de la delincuencia, el cambio climático y la modernización de la infraestructura se quedan atados a las dificultades para conversar y dialogar sobre el nudo de corto plazo de nuestras rivalidades partidistas. La región sigue siendo más un cúmulo de ocurrencias para atender lo urgente que una estrategia clara y sostenida para atender lo importante, así las cosas, el 2019 nos toma en una Centroamérica casi al desamparo, asumiendo y resolviendo el corto plazo y postergando el desarrollo.


Dr. Leiner Vargas Alfaro

www.leinervargas.com



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