Enseñanzas a la sociedad civil y a los políticos del Sínodo sobre la Sinodalidad
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 04 diciembre, 2023
Hace más de 3 años, el 9 de octubre de 2021 el Papa Francisco con un importante discurso en Roma reflexionó sobre el Sínodo sobre la Sinodalidad que está en curso por su decisión.
El presente sínodo para darle más profundidad y más generalizada participación tuvo una fase diocesana desde entonces hasta agosto de 2022, luego hasta marzo de 2023 tuvo una fase continental, celebró su primera fase plena en Roma ese año en octubre y concluirá con una segunda fase plena el año entrante.
Esta reunión de obispos y del clero que en esta ocasión el Papa ha abierto a la participación plena de laicos, incluyendo mujeres, es una tradición de la Iglesia que se remonta a los primeros siglos, tanto en la Iglesia Romana como en la Iglesia Oriental. En nuestros tiempos surge de una sugerencia del Concilio Vaticano II que el Papa San Pablo VI acogió en 1965.
El Concilio Vaticano II lo define así: “Los obispos elegidos de entre las diversas regiones del mundo, en la forma y disposición que el Romano Pontífice ha establecido o tengan a bien establecer en lo sucesivo, prestan al Supremo Pastor de la Iglesia una ayuda más eficaz constituyendo un consejo que se designa con el nombre de sínodo episcopal, el cual, puesto que obra en nombre de todo el episcopado católico, manifiesta, al mismo tiempo, que todos los Obispos en comunión jerárquica son partícipes de la solicitud de toda la Iglesia” (Christus Dominus, 5).
En esta ocasión el Papa Francisco convocó al Sínodo para profundizar con la guía y la iluminación del Espíritu Santo en la Sinodalidad, o sea en la capacidad de la Iglesia como comunión de personas de que seamos todos partícipes plenos de su misión, de acatar y proclamar el mandato de “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
La segunda regla de ese mandamiento fue precisada en la despedida de Jesús en la última cena cuando nos instruyó a amarnos unos a otros como Él nos ama.
Claro que la magnitud de esta tarea no es fácil de entender y menos de practicar.
Los conocimientos, las tradiciones, las ocupaciones cotidianas van cambiando conforme las personas vamos en la historia acatando unas veces y violando otras el primer mandamiento del Génesis “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla, dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que raptan por la tierra.”
Por eso iluminados por el Espíritu Santo estamos llamados a dialogar, a intercambiar bajo la guía de la jerarquía sobre las formas concretas de cumplir con estas divinas instrucciones.
Los Sínodos han sido en la historia de la Iglesia ocasiones para esta búsqueda en comunión y participativa de la mejor manera de concretar nuestra misión.
Este Sínodo convocado por el papa Francisco se dedica de manera específica a iluminar nuestro entendimiento sobre cómo participar clérigos y laicos en la vida de la Iglesia, en la comunión de sus miembros, en el cumplimiento de su misión.
En las palabras inaugurales del Papa Francisco y en la homilía de la misa de clausura del plenario de este año en Roma el recién pasado 29 de octubre encuentro guías muy útiles para nuestra participación en sociedad, para nuestras actividades políticas, para la vida ciudadana.
La igualdad de todas las personas en nuestra dignidad y libertad nos empodera para participar todos en las decisiones comunes. Para ser todos partícipes en la misión de conformar nuestra sociedad.
Para hacerlo cumpliendo el mandamiento al amor debemos actuar en comunión.
Es una manera más bella de expresar lo que desde hace más de 30 años llamo la solución costarricense: unirnos para juntos prever el futuro y acordar las acciones públicas para enfrentar sus retos.
Iniciando el Sínodo el Papa Francisco les dio a los participantes su bienvenida diciendo: “Han venido por muchos caminos y de muchas Iglesias, llevando cada uno en el corazón preguntas y esperanzas, y estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad.”
¡Cuánto bien nos haría a los costarricenses en estos tiempos tan confrontativos recibirnos unos a otros de esta manera!
En esa ocasión el Papa pidió que el Sínodo no se convirtiera en “un evento extraordinario, pero de fachada, como si nos quedáramos mirando la hermosa fachada de una iglesia, pero sin entrar nunca.” ¡Cuántas veces nuestros intercambios políticos son solo fachada que no se anima a entrarle a la sustancia de los problemas que abruman y enervan a la ciudadanía!
También advirtió el Papa: “Un segundo riesgo es el intelectualismo —es decir, la abstracción; la realidad va por un lado y nosotros con nuestras reflexiones vamos por otro—, convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo;”.
De nuevo un vicio en el cual nuestra discusión política y la actividad de los gobernantes a menudo caen. Falta de escuchar al pueblo, sus problemas, sus ansiedades sus ilusiones. Prepotencia de querer imponer desde arriba las soluciones sin apreciar las razones de las personas.
Agregó el papa Francisco en su alocución inaugural del Sínodo: “Por último, puede surgir la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así» esta palabra es un veneno en la vida… El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos; …”
Contra esos tres riesgos el Obispo de Roma nos señala tres oportunidades que se abren a la Iglesia con el Sínodo sobre la Sinodalidad, y que también son caminos para rescatar la confianza de la ciudadanía en el gobierno democrático, reglado por el estado de derecho y constreñido por la cultura democrática de una sociedad fuerte. Tres oportunidades para rescatar la solución costarricense.
La primera oportunidad para volver a actuar juntos, con previsión y participativamente buscando el bien común es actuar estructuralmente, no simplemente de acuerdo con la ocasión. Cambiar para reformar las instituciones de modo que sean más participativas, y nos permitan una organización más inclusiva y eficiente.
Una segunda oportunidad de abrirnos al dialogo se da si nos escuchamos unos a otros. Escuchar las necesidades, las urgencias, las frustraciones de la ciudadanía, de cada persona permite tener más claridad sobre el bien común que debemos promover.
Finalmente, el Papa propone que el Sínodo da a la Iglesia la oportunidad de ser una Iglesia de cercanía. “Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios.”
También un cambio para escucharnos nos abre la posibilidad de ser una sociedad de cercanía, “con actitudes de compasión y ternura”, una sociedad fraterna donde la política sea búsqueda y uso del poder para servir, donde rescatemos el mandato de Jesús y la visión de nuestra cultura cristiana del amor al prójimo.
La homilía de la clausura de la sesión sinodal en Roma de este año vuelve a centrarse en el mandamiento del amor que debe ser guía fundamental de nuestra actividad política, que como señala Francisco en Fratelli Tutti “Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política.”
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