Eurobonos, espejismo o realidad
Leiner Vargas [email protected] | Jueves 21 febrero, 2019
Tal como lo he dicho en anteriores reflexiones, si bien el paciente de nuestra economía ha salido de cuidados intensivos, no significa que ha sido curado o que ahora ya podemos sentarnos y esperar a que el tiempo resuelva el problema fiscal o sus repercusiones monetarias. Es evidente que no se puede resolver el problema si la economía crece a un ritmo tan bajo y si la confianza, principal factor que afecta la decisión de consumo o inversión, sigue deprimida. ¿Es entonces correcto, en este marco de desconfianza y de alta incertidumbre, acudir a la deuda y en particular, a la deuda externa? De esto trataré en esta columna, de la “pomada canaria” que tanto nos recetan nuestro presidente del Banco Central y la señora Ministra de Hacienda.
Empecemos por decir que endeudarse cuando el país ya está en los límites, resulta caro y además muy complejo, el mercado internacional está en otros tiempos, ya no tenemos bonanza, las calificadoras están claramente en una época de vacas flacas y los indicadores de riesgo están afectando al país y sus emisiones de bonos. Endeudarse a nivel internacional en este momento resulta caro. Sin embargo, el problema de flujo de efectivo del Gobierno hace que endeudarse internamente sea aún más caro y de rebote volvemos más caro aún, el crédito al sector privado. Este estrujamiento tiene como consecuencia, poco crecimiento de la inversión y del consumo, produciendo recesión y desempleo en el corto plazo, y pobreza y exclusión social a mediano y largo plazo. Pareciera entonces, que, si bien es pomada la receta del endeudamiento, no es muy canaria, es decir, es una especie de mal menor o del menos malo, en los escenarios futuros que podríamos tener. Claramente, la deuda más cara es aquella a la que no tenemos acceso del todo.
Si bien el asunto es financiero en lo sustantivo, la decisión de aprobar o no los eurobonos en la Asamblea Legislativa, es un tema esencialmente político. Más deuda o más duro el ajuste, pareciera obvio que el gobierno no mira con buenos ojos el ajuste adicional que provocaría el no tener acceso a nueva deuda internacional. La verdad es que muy pocos gobiernos en el mundo pensarían lo contrario, es siempre mejor endeudarse que ajustarse. Este temor es lo que motiva que muchos legisladores no confíen en la buena voluntad del gobierno, sobre todo a las vísperas de elecciones municipales y de cara a un nuevo proceso electoral nacional.
Sin eurobonos, la situación económica del país se pone difícil, ya de por sí compleja por el estancamiento de la producción y el desempleo, será muy duro financiar con deuda interna el flujo de caja del gobierno. Los intereses subirán y muy probablemente también el tipo de cambio. En ese contexto, el ajuste financiero motivará menos gasto en el lado de las familias y menos inversión del lado de las empresas, receta que necesariamente llevará a menos crecimiento y menos empleo. Pareciera entonces, que la deuda urge para evitar que el barco se hunda. Como si eso fuera poco, con el pasar de los meses llegarán el ajuste fiscal, las huelgas anunciadas por los sindicatos y el malestar de más indigentes, más pobres y más desempleados.
Al igual que el verano, con cada día que pasa el clima se pone más caliente, más fuerte es la urgencia del gobierno de recursos frescos y mayor el reclamo de los partidos de oposición de ajustes y de cambios en el accionar del gobierno. La nueva deuda sería un espejismo, como espejo fue la venta propagandística de la disminución de la pobreza en la administración pasada, números volátiles y resultados que se los llevó el viento. Pero el paciente sigue enfermo, la fiebre vuelve a aumentar y el paliativo de la deuda es necesario para evitar caer en cuidados intensivos, una vez más.
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