"Los gobiernos de Cuba y Venezuela creen que se benefician de que se vayan del país quienes están en su contra, pero realmente se ven muy perjudicados"
Santiago Vanegas - BBC News Mundo | Lunes 02 diciembre, 2024
Cuba y Venezuela están viviendo éxodos masivos de su población a un ritmo acelerado.
Según datos de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, controlada por el Partido Comunista, la población de la isla se redujo en un 10% entre finales de 2021 y finales de 2023.
Las cifras oficiales, publicadas en julio de este año, hablan de que los cubanos en Cuba pasaron de ser 11,18 millones a ser 10,06 millones en ese lapso de dos años.
Un estudio publicado por el Cuban Research Institute de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) calcula un descenso aún más dramático. Estima que la población de Cuba ha alcanzado niveles tan bajos como 8,62 millones de personas.
Cualquiera de las dos cifras muestra que el de los últimos tres años es el mayor éxodo en la historia de Cuba, un país con una larga historia de emigración desde que triunfó la revolución en 1959.
A la vez, ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, y OIM, la Organización Internacional para las Migraciones, calculan que desde 2014 se han ido de Venezuela 7,7 millones de personas, alrededor de un 20% de la población del país.
Y estiman que los venezolanos siguen huyendo a un ritmo de 2.000 personas al día en promedio.
Silvia Pedraza, profesora de sociología de la Universidad de Michigan en Ann Harbor, y Carlos A. Romero, profesor retirado de ciencia política de la Universidad Central de Venezuela, se dieron a la tarea de comparar las revoluciones de Cuba y Venezuela.
El principal aporte de su libro Revolutions in Cuba y Venezuela: One Hope, Two Realities, publicado en 2023 por la Universidad de Florida, es que muestra que, más que un mero efecto, las migraciones masivas de personas son un factor que determina el éxito o el fracaso de las revoluciones.
BBC Mundo habló con Pedraza y Romero para indagar de qué manera han beneficiado y de qué manera han perjudicado las diásporas a los gobiernos revolucionarios de Cuba y Venezuela. Lo que sigue es la conversación con los autores.
Su libro compara las revoluciones de Cuba y Venezuela, que son dos procesos que están muy presentes en el imaginario político latinoamericano y cuyas similitudes se han politizado mucho. A grandes rasgos, ¿qué similitudes y qué diferencias encontraron?
Silvia Pedraza: La sociología de la revolución realmente está muy desarrollada, pero los estudios se han concentrado en las revoluciones clásicas del norte global: la rusa, la francesa, la estadounidense, la china.
Lo que nosotros añadimos a la discusión es que, cuando uno se enfoca las de Cuba y Venezuela, se da cuenta del papel importantísimo que tienen los procesos migratorios, que es algo que no se había estudiado con respecto a las revoluciones.
Siempre se había dicho que por la revolución francesa se exiliaron tantos, que en la rusa se fueron tantos, etc.
Lo que Carlos y yo decimos es que el éxodo no es solo una de las consecuencias de los procesos revolucionarios, sino que es verdaderamente una de las cosas que hicieron que triunfaran y se consolidaran las revoluciones de Cuba y Venezuela, y después que declinaran y terminaran al borde del precipicio, como están hoy.
En cuanto a las diferencias, bueno, el fenómeno cubano es mucho más largo. Lleva 66 años, mientras que el venezolano, 25. Entonces, la revolución cubana tuvo lugar en el molde histórico de la Guerra Fría, mientras que la venezolana no tanto.
En el caso de Cuba, yo recalco también el papel de la religión y la raza, que es mucho menos importante en el caso de Venezuela.
Carlos Romero: Son revoluciones que se dieron, además, de forma muy diferente.
No es lo mismo el rompimiento del status quo político que pasó en Cuba en el año 1959, que lo que pasó en Venezuela en 1998, porque en Venezuela la revolución llegó por la vía electoral.
Ustedes subrayan además que se trata de revoluciones aliadas entre sí...
C.R.: Sí, lo que nos permite comparar estos dos casos no es solo que existan ciertas similitudes, sino justamente que las élites cubanas y las venezolanas formaron una alianza desde el año 1998, que es lo que yo llamo el sueño de Fidel.
Desde que llegó al poder, Fidel Castro tuvo como objetivo tener buenas relaciones con Venezuela.
Pero nadie pensó que esas buenas relaciones fueran a llegar a tal punto que Hugo Chávez dijera, como lo hizo, que había necesidad de pensar en que Cuba y Venezuela fueran una sola nación.
Profundicemos en esta idea de que no se pueden entender estas dos revoluciones sin fijarse en las diásporas que desataron. ¿Estas diásporas benefician a los gobiernos revolucionarios o los perjudican?
S.P.: En Cuba, de forma muy deliberada, el gobierno revolucionario —Fidel, Raúl, el Che— empujó a los que estaban en la oposición a que se fueran. De hecho, no se podían quedar. Con eso, externalizaron el disenso, el desacuerdo, la oposición.
Eso los hizo más fuertes al principio. Pero, como este es un proceso que ha durado tantos años y se ha ido tanta gente, han pasado un par de cosas.
Una es que algunas de esa gente que se fue se incorporó políticamente, sobre todo en EE.UU., como senadores, como gobernadores, como miembros de la cámara de representantes, y a través de esas posiciones, han tratado de influenciar a la revolución cubana.
El mejor ejemplo que me viene a la mente es el senador de Florida Marco Rubio, que es de origen cubano.
Como senador, él ha promovido unas políticas muy agresivas en contra de Cuba y Venezuela, y ahora va a ser secretario de Estado (de la administración Trump). Así que seguramente todo lo que va a salir de ese gabinete de Trump va a ser sumamente dañino para ambas revoluciones.
Y la otra forma en que el éxodo acaba perjudicando a la revolución, para mí más importante todavía, es la pérdida de recursos, de gente buena, de gente capaz que quería a su país.
Toda la gente que se ha ido se llevó consigo sus recursos, no solo financieros, sino sus capacidades, lo que inglés se conoce como know how: lo que sabían hacer bien.
Entonces, se ha desatado una situación de falta de esos recursos verdaderamente muy trágica.
Fidel Castro hablaba en sus discursos de que quienes se iban de Cuba eran gusanos y que era mejor que se fueran. ¿Cuál ha sido el discurso del gobierno venezolano?
C.R.: El gobierno venezolano ha sido un poco más cauteloso. Yo creo que no quiere sumarse otro problema, y además hay muchos dirigentes chavistas que tienen familiares que han emigrado en estos 25 años.
Sin embargo, algunos voceros del gobierno sí han dicho que es mejor que estén afuera los que no creen en la revolución.
Hay una vieja tesis en Venezuela que dice que el gobierno está contento de que se hayan ido casi ocho millones de venezolanos, porque son casi ocho millones de venezolanos que dejan de tener que atender.
Cuando la gente se va de Cuba y Venezuela y construye una vida en otro país, es probable que termine enviando remesas ¿Qué tan importantes son estas en la ecuación?
S.P.: En el caso cubano, no cabe duda de que son muy importantes.
A pesar de que la comunidad cubana en EE.UU. está muy dividida entre los que están de acuerdo con mandar remesas y los que no, la realidad es que la gente en Cuba en estos momentos está viviendo de las remesas.
Dependen totalmente de ellas, no para vivir con lujos, sino para subsistir.
Y claro, también son un sustento para el gobierno.
C.R.: El caso venezolano es diferente, porque el país no está dependiendo completamente de las remesas. Tienen una importancia menor.
En Venezuela, todavía hay recursos significativos de carácter privado, incluyendo los de carácter informal, como el contrabando y la corrupción. Todavía hay condiciones para hacer dinero en Venezuela.
¿En qué otros factores se diferencian las diásporas cubana y venezolana?
C.R.: En el caso cubano, el éxodo se dio de forma mucho más rápida. Hubo una fracción de cubanos que se fueron desde principios de la revolución.
En el caso venezolano, hubo unos cuantos que se fueron a finales de los años 90 por razones ideológicas, pero realmente en los primeros años del gobierno de Chávez no hubo tanta emigración porque había una situación económica favorable.
Cuando Venezuela comienza a tener síntomas de regresión económica, en los años 2012 y 2013, comienza un tipo de éxodo distinto, que es el que vemos hasta hoy, motivado por razones económicas.
También, la diáspora venezolana es más variada en términos de proveniencia de clase y está más dispersa alrededor del mundo. La cubana está concentrada en EE.UU. y en España básicamente.
En ambos casos, sin embargo, el razonamiento de las personas que se van es el mismo: salir del país porque se está convirtiendo en una cosa distinta a un desarrollo político y económico satisfactorio.
En otras palabras, la semejanza fundamental es no estar de acuerdo con el régimen, en la mayoría de los casos por razones de carácter económico.
S.P.: Sí, las diásporas de Cuba y Venezuela tienen de parecido que son gentes que están huyendo de una situación que ellos, de forma subjetiva, entienden como una situación de la que tienen que escapar, porque viven con miedo, viven sin esperanza de que haya un futuro mejor.
¿El éxodo cubano lo describiría como una migración más económica o política? ¿Va cambiando su naturaleza en el tiempo?
S.P.: El sistema político de Cuba y el económico son uno. Son inseparables porque hay una sola institución, que es el gobierno, que toma todas las decisiones económicas.
Ahora, sí hay personas para las cuales lo político es lo de mayor importancia.
Algunas personas que hacen parte del exilio cubano fueron disidentes en Cuba a través de los años, fueron gente que fue capaz de arriesgarse por sus creencias políticas, ideológicas, religiosas, y estar en contra del sistema. Pero son pocas las personas con ese coraje.
Después, al otro extremo, están las personas que tratan de vivir al margen de la política. Lo hacían en Cuba y lo hacen ahora en EE.UU. o donde sea que estén.
Es gente que trata de vivir pensando en la batita que le van a poner a la niña, en el cumpleaños de no sé quién, y así. No son muchos tampoco, porque no es fácil vivir así en una sociedad en la que todo está tan politizado.
Entonces, la mayor parte de la gente está en el medio, donde lo político y lo económico están unidos por una soldadura, no se pueden separar.
Usted dice, Silvia, que la diáspora cubana se ha convertido en un actor político relevante en EE.UU. ¿Hacia dónde apunta ideológicamente esa diáspora? Los resultados de las recientes elecciones muestran que Trump logró crecer mucho entre los latinos, y ganó holgadamente en Florida, que es donde se concentra la comunidad cubana.
S.P.: Dentro de la comunidad cubana en el exilio hay dos vertientes: los que se llaman a sí mismos intransigentes y los que se denominan moderados.
Los intransigentes hacen todo en contra del gobierno —incluso no viajar a la isla y no mandar remesas— y desde hace muchos años se identifican con el Partido Republicano.
Los moderados a menudo piensan que pueden ejercer una influencia en la isla y en las personas que están en la isla a través de un comportamiento que los acepta más, que los entiende más y que no los culpa de todo lo que ha pasado. Estos, a través de los años, se han acercado al Partido Demócrata.
Hace no hace mucho, cuando Obama estaba de candidato a la presidencia, la mayoría de los cubanos votaron por él.
Aún no sabemos cuántos cubanos votaron por Trump, pero sí sabemos que los latinos en general votaron por Trump mucho más de los que se esperaba, y yo estoy segura de que los cubanos en particular también.
Es decir, ha habido un cambio muy grande en unos pocos años entre una diáspora que estaba muy contenta con el restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU. que hubo durante la presidencia de Obama y una que ahora, al contrario, una vez más optó por una política muy dura de aislamiento.
Usted se refiere a la relación entre Cuba, EE.UU. y la comunidad cubana en el exilio como un “triángulo imposible”. ¿A qué se refiere?
S.P.: Precisamente a que, cuando EE.UU. hace algo que favorece al gobierno de Cuba —por ejemplo, el restablecimiento de las relaciones de Obama—, los cubanos republicanos en el exilio se sienten traicionados.
Ahora Trump hará lo que sea que haga para favorecer a esos intransigentes, pero eso quiere decir que será en contra del gobierno de Cuba y de los moderados.
¿En el caso venezolano la diáspora también se ha vuelto un actor político relevante?
C.R.: El activismo político cubano en el exilio ha estado mucho más concentrado que el venezolano. Ha sido un movimiento organizado, que logra mover la opinión y hacer lobby en Washington a favor de la causa cubana antifidelista.
La oposición política venezolana está mucho más dispersa y dividida.
Ha habido fracasos muy grandes como la presidencia provisional de Juan Guaidó. Y no hay consenso sobre cuál va a ser la salida de la crisis.
Hay algunos que dicen que llegó la hora de buscar una intervención militar estadounidense. Hay otros que están buscando un cambio político por la vía de la transición.
Eso, sin embargo, ha ido cambiando en los últimos años. En España, por ejemplo, el exilio venezolano está cada vez mejor organizado y ha habido un recibimiento masivo a Edmundo González.También hay cada vez más atención de la opinión pública, sobre todo en EE.UU. y España.
Su libro se publicó antes de que viéramos el gran movimiento que se armó para las elecciones de julio alrededor de Maria Corina Machado. ¿Eso le ha hecho reevaluar algunos de sus argumentos?
C.R.: Creo que en este momento la oposición venezolana tiene muchísimo más calibre. Tiene más instrumentos y más recursos propios incluso que la cubana, que depende mucho de EE.UU.
¿Qué podemos esperar de un segundo periodo de Trump para Cuba y Venezuela?
S.P.: En la isla, la gente está muy preocupada. Durante el primer gobierno de Trump, él hizo muchas cosas que le hicieron daño a la gente en Cuba.
Por ejemplo, por sus sanciones dejó de funcionar la plataforma Western Union para enviar remesas. Entonces, la gente tenía que hacer unas piruetas a través de Canadá.
Era una cosa complicadísima mandar un poco de dinero a esa pobre gente en Cuba que no puede vivir sin él.
C.R.: Algunos venezolanos han creído que la llegada de Trump significa el fin definitivo de la crisis venezolana. Tienen una especie de ilusión de que él ayude al cambio político en Venezuela.
Pero bueno, ya en 2020, Trump apoyó y recibió en la Casa Blanca a Juan Guaidó, y todos sabemos que esa historia no tuvo un final feliz.
Claro, no es lo mismo un presidente autoproclamado que Edmundo González, quien tiene las actas electorales para demostrar su victoria.
Después de más de 60 años del triunfo de la revolución en Cuba, estamos viendo el mayor éxodo que se haya registrado en la historia. Según las fuentes del gobierno, más o menos un millón de personas se fueron de la isla entre 2022 y 2023. ¿Cómo es esta nueva oleada de emigrantes?
S.P.: Llevamos ya cinco o seis oleadas muy distintas desde 1959. La que estamos viviendo ahora es de gente muy joven y muy bien educada, para desgracia del país, que una vez más está sufriendo una enorme pérdida de talento.
En Cuba, las instituciones educativas hasta hace poco eran muy buenas. Ahora están sufriendo del mismo declive que todo lo demás y están en bancarrota. Ya no hay casi intelectuales que se quieran arriesgar a seguir viviendo en Cuba.
Una de las últimas cosas que alcancé a incluir en el libro fueron las protestas contra el gobierno del 11 de julio de 2021.
Protestas así no se han vuelto a ver, pero sí son una de las cosas que motiva este gran éxodo de estos últimos años. La gente sabe que cuando trata de protestar, las cosas se ponen peores, porque la represión es muy alta.
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