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Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 16 febrero, 2009

Marcello Pignataro

Si bien la conversación continuó su ritmo, con el intercambio habitual de opiniones, el contexto de la frase se me quedó grabado y de eso habla mi columna de hoy.
Si el tema de conversación de medio país (si no más) fue el “duelo” de los toros, si el redondel estaba abarrotado desde tempranas horas de la mañana, si el poder de convocatoria de dos animales llevó hasta Guanacaste a las más connotadas figuras de la política, farándula y entretenimiento nacional, ¿cómo esperamos salir adelante?
Nos seguimos concentrando en trivialidades que, si bien nos ayudan a escapar por unos momentos del mundo, no colaboran en nada al desarrollo del individuo, de la familia, de la sociedad, del país.
Los mismos noticieros y algunos medios escritos parecieran consternados porque, con la aprobación de la nueva Ley de Tránsito, se les acabaron los escándalos y sus tomas se han dejado de teñir de rojo. O, al menos, en lo que a accidentes de tránsito se refiere porque la escalada de violencia no solo continúa, sino que se incrementa conforme pasan los segundos.
Muchas veces me he preguntado si la delincuencia salvaje en el país no ha surgido, más bien, por el deseo de figurar de los antisociales. Quizás corren apuestas para ver cuál de sus crímenes aparece en más noticiarios, a cuál le dedican más páginas, quién tiene más cuentas pendientes, etc. Esos famosos 15 minutos de fama pueden ser los que los lleven a delinquir, aunque la fama sea anónima y, en la mayoría de los casos, solo ellos sepan lo que han hecho.
Antes a uno lo asaltaban hasta con amabilidad. Ahora primero disparan y después preguntan. Casos ha habido de sobra de gente que muere baleada o apuñalada por robarle cien colones, un par de zapatos, el diezmo de la Iglesia, etc.
Uno de los pilares más fuertes en cualquier sociedad es, y será siempre, la educación. Si dedicamos espacios valiosos a asuntos triviales y sin ninguna importancia —me refiero exclusivamente al choque de toros— no desarrollaremos nunca la capacidad de análisis y pensamiento que requiere este país. Y no me refiero necesariamente a nosotros, la famosa Generación X, ni a los baby-boomers, porque nosotros ya estamos aquí y en poco empezaremos a rodar cuesta abajo. Me refiero a la Generación Y, a los niños y adolescentes de cuyo intelecto y razonamiento dependeremos en unos 20 ó 30 años.
Ha resultado, entonces, loable la gestión de un canal nacional en promover, aunque sea una vez por semana, un espacio de concursos dedicado a las neuronas y al intelecto. Como televidente casi exclusivo de televisión por cable, me siento muy contento no solo de que ese tipo de programas nos empiecen a inundar, sino a compartir tiempo en familia tratando de ganarle al concursante.
Espero poder audicionar para la próxima temporada.
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